sábado, 26 de noviembre de 2011

Arte como tapadera del maltrato

El objetivo inicial de mi reflexión iba a ser hacer una crítica a Guillermo Habacuc Vargas por la exposición de su pieza “Un perro enfermo, callejero”. Para los que no conozcáis su ‘obra’, el autor persiguió y capturó a un perro y lo ató a una pared de la habitación de la exposición. En la pared de enfrente escribió con comida para perros las letras ‘Eres lo que eres’. La ‘obra’ duró unos 7 días hasta que el perro, llamado Natividad, murió de hambre por decisión del artista y delante del público, de los responsables del museo y de las autoridades. Hasta entonces, el perro lloró, agonizó y hasta se autolesionó para intentar quitarse el collar metálico que lo sujetaba.

Como defensora de los animales, siempre me han interesado estos temas y he seguido las críticas a este autor. Mi opinión coincide con la que Juan Antonio González Fuentes expone en su artículo:
“…acabar con la vida de un perro de forma tan cruel y gratuita, y hacerlo integrando la acción en un supuesto artefacto de expresión artística creo que sobrepasa lo concebible dentro de la mínima ética humana que debería impregnar el espíritu del artista, sea este quien sea y provenga de donde provenga, al menos si lo contemplamos dentro de la sensibilidad occidental y dentro de la cultura grecolatina e ilustrada de la que somos herederos directos. El arte es una expresión humana. Fuera de lo humano no existe el arte. Toda estética implica una ética, y al revés“.

Pero, tras comentar el tema con mis compañeros de piso, estudiantes de filosofía, nuestras reflexiones y discusiones han ido más allá. Según ellos, arte y moral esta diferenciado. No se define una en términos de la otra. Entonces, me pregunto…  ¿Una obra de arte tiene que ser moral? ¿No hay arte inmoral?

Es decir, consideramos arte un montaje fotográfico sobre un ahorcado porque puede transmitirnos la soledad de la muerte, igual que una fotografía sobre víctimas de guerra puede ganar un Premio Pulitzer y ser estudiada en clase de Educación Artística. Pero si secuestramos y matamos a propósito a esa persona y la ahorcamos para hacer la fotografía, ¿sigue siendo arte? Si contestamos que sí, aceptamos que todo vale, cualquier cosa puede ser aceptada como arte, aunque atente contra un principio tan fundamental como la vida. Entonces vayamos todos a asesinar a nuestros compañeros y tomarles fotos porque estará justificado. Ahora, si contestamos que no es arte, aceptamos que el arte está condicionado por la moralidad y no existen unas características estéticas del arte como esencia; estamos diciendo que el arte está unido a la bondad. Aunque hay quien considera el arte esa tercera categoría donde dar rienda suelta a los pensamientos más íntimos, el espacio donde expresarse sin tener que pensar en lo bueno o lo malo.

Pero la moralidad cambia con el tiempo, las sociedades y las culturas. ¿El arte es social? Es decir, ¿es la sociedad quien decide que una creación sea bautizada como ‘arte’?  Hace 500 años cuando da Vinci pintó la última cena… ¿Qué se hubiera pensado sobre el urinario de R. Mutt? Aún en 1917 causó extrañeza. “¡Por Dios, era un váter! Sería como aceptar pulpo como animal de compañía” comentaba Santiago Navajas en un artículo que he encontrado en internet. Al leerlo no he podido evitar que me viniera a la cabeza el pulpo Paul.

Se presupone que hay unos mínimos morales que todos compartimos, como la vida y los derechos humanos. Entonces, ¿las pirámides, en las que se mataba a los esclavos, no tendrían que ser consideradas arte?

Un texto es arte porque logra transmitir un mensaje a través de un símbolo y provocar una sensación, llamar la atención del espectador. ¿Puede tener una obra la concepción final de ‘arte’, aunque el autor se haya equivocado con el ‘medio’ para transmitirlo? El perro de Vargas no tiene finalidad artística, sino provocadora ¿y esto no entra ya en el terreno de lo moral?

A veces a las obras de arte se les exige que sean portadoras de valores positivos, incluso que se realicen con la finalidad de enseñar. También las aceptamos si consiguen provocar en nosotros emociones y sentimientos, incluso negativos (repulsión, rechazo, agonía). ¿No existe en la teoría del gusto la categoría de lo obsceno?

Pero si un artista se limita a pintar y esculpir… ¿no estaría repitiendo una fórmula ya aceptada? ¿No es el arte la creatividad y el encuentro de nuevas formas de expresión? ¿No innovó Shakespire por representar sus obras en cuadras, dedicadas a prostitutas, marineros y borrachos?

¿Decimos que una obra triunfa cuando la ve mucha gente? Entonces, estaríamos aceptando que el atentado de las torres gemelas, con su imagen recorriendo el mundo entero y lo que ello significó, ha sido la mayor obra de arte del siglo XXI.

Cuando hace años, conocí la obra de Vargas, esperaba ver abajo un párrafo que lo desmintiera y nos dijera algo así como “no os preocupéis, todo ha sido un montaje publicitario” o “niños, no hagáis esto en casa”, pero no fue así. Incluso llamaron al autor los años siguientes para volver a exponer.

 ¿De verdad debemos aplaudir y subvencionar este tipo de ‘arte’? En este caso, odio el mundo en que vivimos y también el arte.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Proyecto RIP

Haz el amor y no la guerra


Esta terrible imagen es uno de los iconos de la Guerra de Vietnam (1959-1975), de hecho fue merecedora del Pulitzer en 1969. Hace poco más de 40 años que fue tomada por Eddie Adams, entonces fotógrafo de la agencia AP, el 1 de febrero de 1968. El hombre que tiene la pistola en la mano es el general Nguyen Ngoc Loan, de la policía survietnamita. Al que le apuntan es un prisionero del Vietcong, recién capturado por el general, a punto de ser ejecutado.

Esta imagen se convirtió en icono porque representaba todo lo que iba mal en Vietnam. El ejército de los EEUU no era capaz de controlar a sus aliados de Vietnam del Sur, tan sanguinarios como su enemigo, Vietnam del Norte. Una compleja situación política contenida en una foto. En dos personas, un ejecutor y una víctima. Movimientos pacifistas tomaron la imagen como representación de la brutalidad de una guerra sin sentido, como arma contra el gobierno. 

He elegido esta imagen porque creo que refleja con crueldad todas las guerras. Podría ser cualquier guerra, cualquier víctima y cualquier otro lugar. Al mirarla, sentimos ese miedo permanente a que te maten, le vemos la cara al enemigo y ponemos rostro y nombre a la víctima. Nuestra reinterpretación dice claramente un NO A LA GUERRA. Me parece un claro ejemplo para educar en valores en la escuela. Nuestra imagen es un Te quiero en toda regla, es una apuesta por la paz y la vida, un Haz el amor y no la guerra... y nos remite a la revolución en la que las flores se alzaron contra las armas. 

Salón de peluquería


Por otra  parte, la segunda imagen es un fotograma de Un perro andaluz, de Buñuel, que también involucró a Dalí y Lorca. Con estilo surrealista, la película narra los sueños, las visiones y los delirios de la vida cotidiana, con escenas muy conocidas como la navaja que secciona el ojo, el burro en el piano, las hormigas, los cuerpos de mujer... es como un poema contado a través de imágenes. En la reinterpretación, mi compañero tenía muy claro la esencia de la peluquería, para lo que tuvimos que montar todo un escenario, pensando cada detalle. Algunos de ellos no se aprecian, como la brocha de maquillaje en el bolsillo de la camisa de Antonio, mis rulos en el pelo o la corbata de plástico de payaso. Además, también me parece interesante la construcción con un plano más abierto.


Ha sido una gran experiencia realizar el proyecto RIP, ya que hemos estado semanas poniendo a prueba nuestro pensamiento e ideas, deshechando opciones, buscando la foto más adecuada... en definitiva, aprendiendo. Y muy interesante también compartir el proyecto con mi pareja artística :) Aunque como crítica solo me gustaría decir una cosa: al arte y a la creación no se le debe poner fecha, aunque entiendo, claro está, que estamos limitados a unas sesiones de clase y unos objetivos-contenidos.